Réquiem K.626 de Wolfgang Amadeus Mozart.

Cartel anunciador

La Asociación Banda de Música, Orquesta Sinfónica y Coro “Ciudad de Melilla” ofrecerá el próximo viernes 24 de marzo a las 21:15 horas el “Réquiem de Mozart”. La Orquesta y el Coro “Ciudad de Melilla” en colaboración con el Orfeón de Granada y dirigidos por Ángel Lasheras, pondrán sobre el marco incomparable de la Iglesia del Sagrado Corazón una de las obras sacras más importantes de la Historia de la Música.
Los solistas encargados de enaltecer la obra serán, la soprano María del Carmen Gálvez, la contralto Teresa Huici, el tenor Javier Agulló y el barítono Antonio Torres.
Un poco de Historia.
La Misa de Réquiem en re menor, K. 626, es una misa de Wolfgang Amadeus Mozart, basada en los textos latinos para el réquiem, es decir, el acto litúrgico católico celebrado tras el fallecimiento de una persona. Se trata de la decimonovena y última misa escrita por Mozart, que murió en 1791, antes de terminarla.
En junio del mismo año, Mozart ofreció en Viena uno de sus mejores y últimos conciertos públicos.
Días antes, en su hogar, se presentó un desconocido, vestido de negro, que rehusó identificarse y encargó a Mozart la composición de un Réquiem. El desconocido le dio un adelanto y quedaron en que regresaría en un mes. Pero el compositor fue llamado desde Praga para escribir la ópera La Clemencia de Tito para festejar la coronación de Leopoldo II.
Cuando subía con su esposa al carruaje que los llevaría a esa ciudad, el desconocido se presentó otra vez, y preguntó por su encargo. Esto sobrecogió al compositor.
Más tarde, se supo que aquel personaje (al parecer, llamado Franz Anton Leitgeb) era un enviado del conde Franz von Walsegg, músico aficionado cuya esposa había fallecido. El viudo deseaba que Mozart compusiese la misa de réquiem para los funerales de su mujer, pero quería hacer creer a los demás que la obra era suya, y por eso permanecía en el anonimato.
Según la leyenda, Mozart, obsesionado con la idea de la muerte desde la de su padre, debilitado por la fatiga y la enfermedad, muy sensible a lo sobrenatural por una supuesta vinculación con la francmasonería en esa época de su vida] e impresionado por el aspecto del enviado, terminó por creer que este era un mensajero del destino y que el réquiem que iba a componer sería para su propio funeral.